La epilepsia es una afección neurológica, dado que tiene su origen en cambios breves y repentinos en el funcionamiento del cerebro. No es contagiosa ni es la consecuencia o síntoma de ninguna enfermedad o retraso mental. Esto no significa que una persona con retraso mental no la pueda padecer, pero no implica necesariamente que tenga que ver con el retraso.
En resumidas palabras, la epilepsia es un trastorno que se provoca por el aumento de la actividad eléctrica de las neuronas en alguna zona del cerebro. La persona afectada sufre lo que se conoce comúnmente como un “ataque epiléptico” que es una serie de convulsiones o movimientos corporales incontrolados de forma repetitiva.
El 25% de los pacientes afectados sufre de epilepsia farmacorresistente; lo que traduce en resistencia a los medicamentos para controlarla. En estos casos se recurre a intervención quirúrgica.
La enfermedad aparece comúnmente entre los dos y catorce años de edad. Aunque puede presentarse en cualquier momento, sin tener en cuenta el sexo o el género. Algunas personas que sufren epilepsia tienen una cantidad más alta de neurotransmisores activos, un neurotransmisor es la sustancia encargada de conducir el impulso nervioso entre las neuronas. Esto genera un incremento en la actividad neuronal. En otros casos lo que causa la epilepsia tiene que ver con una cantidad baja de inhibidores de dichos transmisores, lo cual también aumenta la actividad neuronal.
En definitiva, cualquier cosa que impida o distorsione el patrón de la actividad neuronal normal puede llevar a la aparición de una crisis epiléptica.
Esta enfermedad tiene muchas causas posibles, entre las que destacamos las siguientes:
Predisposición hereditaria:
El riesgo de padecer ataques epilépticos aumenta si uno de los padres ha sufrido la enfermedad. Actualmente se desconoce dónde está localizado el gen responsable de las crisis convulsivas.
Lesión cerebral:
El cerebro es vulnerable a sufrir lesiones durante el embarazo, en el nacimiento o más adelante. Estas lesiones pueden presentarse debido a tumores cerebrales, drogas, alcoholismo, meningitis, sida, alzheimer, etc. Todo esto debido a que hay una alteración en el funcionamiento normal del cerebro.
Las enfermedades cardiovasculares, los ataques del corazón y los infartos, también pueden ser causantes, ya que impiden que llegue oxígeno al cerebro.
Traumatismo craneal:
Sucede a consecuencia de un accidente, o de otra lesión traumática.
Lesión prenatal:
Los bebés que aún se encuentran en etapa de gestación son proclives a un daño en el cerebro causado por: una infección adquirida por la madre, desnutrición o deficiencia de oxígeno.
Trastornos en el desarrollo:
La epilepsia es causada en algunos casos por trastornos del desarrollo, como autismo o neurofibromatosis.
Se estima que en el mundo entero hay cerca de cincuenta millones de personas que padecen epilepsia.
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La corteza cerebral es la principal afectada ante una crisis epiléptica, debido a que la corteza cerebral ampara las funciones cerebrales que requieren nuestra voluntad, como por ejemplo: hablar, entender, pensar, memorizar, mover los músculos, prestar atención, etc. Y es la que recibe información de los órganos de la visión, el oído, el tacto, el olfato y el gusto.
En el momento de sufrir una crisis epiléptica se afectan varias de estas funciones, por esta razón los síntomas durante una crisis varían. Las crisis tienen una duración breve, menos de dos minutos, a veces solo unos segundos.
Inmediatamente después de una crisis epiléptica, las neuronas afectadas pierden temporalmente su función, pues durante el ataque consumen toda su energía. Por ello, luego de cada crisis los pacientes suelen encontrarse cansados, con sueño, con debilidad en el cuerpo o con dificultad para comunicarse verbalmente durante minutos u horas.
En el momento de los ataques epilépticos la persona se desploma y pasa por un episodio de conmoción o alguna otra consecuencia, como la perdida de la consciencia. Por ello, si ha llegado a experimentar más de dos convulsiones es importante que acuda a un especialista para que determine el tratamiento a seguir.